lunes, 28 de diciembre de 2015

Conservación del texto bíblico - I

Aunque Dios se ha comunicado con sus profetas de diversas maneras, tuvo a bien que su mensaje finalmente se pusiera por escrito:
Y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en un libro” (Éxodo 17:14)
Los estatutos y derechos y ley y mandamientos que os dio por escrito, cuidaréis siempre de ponerlos por obra” (2 Reyes 17:37)
Ve, pues, ahora, y escribe esta visión en una tabla delante de ellos, y regístrala en un libro, para que quede hasta el día postrero, eternamente y para siempre” (Isaías 30:8)

Pues bien, ¿Dónde están los libros originales, los autógrafos, para que podamos consultarlos? Parece que no existen. Los materiales que se utilizaron para escribirlos probablemente desaparecieron con el tiempo. Así que es imposible consultarlos.

Conocemos la Biblia a través de multitud de copias sucesivas que se han ido realizando a lo largo del tiempo. Esto no presentaría ningún problema si las copias hubieran sido impresas, de modo que todas fueran idénticas. Pero la imprenta no se implantó hasta el siglo XV. Esto quiere decir que hasta ese tiempo todas las copias se hacían a mano por un período de hasta 3.000 años. Claro está, copiar un documento a mano conlleva el riesgo inevitable de cometer errores, y ese riesgo se hace acumulativo cuando las copias se hacen de otras copias, estas sobre otras, y así sucesivamente…; lo que provoca que con el tiempo, el número de errores acumulados sea mayor.

Ante esto, surge la cuestión de si las copias que tenemos ahora mantienen el mismo mensaje que Dios transmitió a sus profetas. ¿Disponemos de la auténtica Palabra de Dios o solo contamos con copias desfiguradas carentes del mensaje original?

Copistas del Antiguo Testamento

La misma Biblia menciona el mandato de copiar las Sagradas Escrituras. Por ejemplo, con respecto a los futuros reyes de Israel Dios dijo:
Y cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí en un libro una copia de esta ley, del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas” (Deuteronomio 17:18) 
La Biblia también menciona por nombre a copistas o escribas, tales como Sadoc o Safán (Nehemías 13:13; Jeremías 36:10) El escriba más conocido es Esdras, autor del libro que lleva su nombre:
este Esdras subió de Babilonia. Era escriba diligente en la ley de Moisés, que Jehová Dios de Israel había dado” (Esdras 7:6) 
Como se ve, en Israel ya se reconocía la profesión del escriba o soferim. A partir del siglo VI d.C. los masoretas heredan la labor de los soferines. Gracias a la labor de estos copistas, a lo largo de los siglos se han producido miles de copias; y aunque gran parte de ellas se han perdido, actualmente se conservan más de 6.000 manuscritos del Antiguo Testamento, una cantidad que sobrepasa por mucho a los de cualquier obra clásica de la antigüedad.

Además de su ingente productividad, los soferim y los masoretas, sobre todo eran copistas profesionales que sentían auténtica devoción por su trabajo, convirtiéndose en los guardianes del texto del Antiguo Testamento. La profunda reverencia que estos hombres sentían por las Sagradas Escrituras les hacia desempeñar su labor con gran responsabilidad y una meticulosidad extrema. Tal era su obsesión perfeccionista que incluso llegaban a contar las letras para asegurarse que no faltara ni sobrara ninguna de ellas; y si al final detectaban el más mínimo error, rechazaban toda la sección y la escribían de nuevo.

Pero a pesar de todo, con el tiempo se fueron introduciendo errores involuntarios, incluso algunos copistas se tomaron libertades al introducir intencionadamente modificaciones en el texto. ¿Hasta qué punto afectó esto a la confiabilidad del texto bíblico que tenemos ahora? Para comprobarlo disponemos de la prueba del algodón: los Rollos del Mar Muerto.

Los rollos del Mar Muerto

En el año 1947 tuvo lugar el comienzo de un hallazgo bíblico de gran importancia. Hasta ese entonces los manuscritos más antiguos del Antiguo Testamento que se conocían eran del siglo IX después de Cristo, pero el descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto reveló la existencia de más de 200 manuscritos correspondientes al texto hebreo y escritos entre los siglos III a.C. y I d.C. Esto quiere decir que entre los manuscritos más antiguos que se disponían hasta los recientemente descubiertos transcurrió un período de mil años. Se compararon unos con otros para ver el grado de similitud entre ellos; y en un sentido general los expertos concuerdan que los Rollos del Mar Muerto confirman la exactitud del texto hebreo que teníamos hasta entonces.

Como dijo el profesor Millar Burrows: “maravilla el hecho de que a través de algo así como mil años el texto haya tenido tan poca alteración”. Se puede decir que el texto del Antiguo Testamento se ha transmitido fielmente a lo largo de los siglos, gracias a la cuidadosa labor de los soferim y masoretas.

Por lo tanto, podemos leer el Antiguo Testamento con confianza de que estamos ante el mensaje que Dios trasmitió a sus profetas.

Rollo de Isaías (Mar Muerto)


BIBLIOGRAFÍA
Armstrong Cox, Sergio. Introducción a la Biblia I y II
Wesley Comfort, Philip. El origen de la Biblia
Mcdowell, Josh. La fiabilidad de la Biblia
Paredes, Geycer. Historia de la Biblia
BIBLIOGRAFÍA EN INTERNET

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